The Dark Knight Rises: Aprendiendo a ser Bruce Wayne

La tercera entrega de Batman posiblemente haya sido el reto más complicado que Christopher Nolan haya tenido hasta ahora en su carrera. Poco después de que se anunciara que dirigiría Batman Begins el director inglés afirmó que el mayor error de Tim Burton fue matar al Joker en la primera entrega. Nolan dejó vivir al payaso psicópata para que volviese en la tercera película, pero sus planes se truncaron con la muerte de Heath Ledger. Pero el gran enemigo era las altísimas expectativas generadas en torno a The Dark Knight Rises (esta vez me niego a usar el horripilante título español –El caballero oscuro: la leyenda renace-, como normalmente hago en este blog). Tras dos bombazos como El caballero oscuro y Origen, Nolan se situó en la cúspide de la cadena alimentaria de Hollywood, hasta tener prácticamente carta blanca para hacer lo que quiera en la Warner Bros. Las expectativas por la estratosfera, pero Nolan es un director muy audaz. Aunque quizá no lo suficiente.

La película arranca ocho años después de los sucesos de El caballero oscuro, y nos presenta un Bruce Wayne que ha colgado el traje de Batman y vive recluido en su mansión, torturándose por la muerte de su amor Rachel Dawes. Pero un nuevo villano, Bane, llega a la ciudad, lo pone todo patas arriba y el murciélago tiene que volver a salir de su cueva para salvar Gotham. Muchas cosas se le pueden criticar a Nolan, pero desde luego no que sea un tipo cobarde ni conservador. Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar un director que haya rodado tres películas con un mismo personaje y que las tres sean tan distintas como en esta trilogía, llegando a cambiar de género en cada parte. Con Batman Begins el británico cubrió su cupo de superhéroes, en El caballero oscuro salta a un thriller policiaco y en esta última entrega opta por una épica post-apocalíptica.

No sólo eso, sino que además Nolan ha apostado por una marcada evolución del personaje a través de las distintas películas, a diferencia de lo que suele ocurrir con este tipo de sagas en las que el protagonista se mantiene estable para facilitar la reproducción fordiana de un esquema entrega tras entrega. En ese sentido, The Dark Knight Rises es la contraposición de Batman Begins y evolución lógica de El caballero oscuro. En la primera película, Bruce Wayne aprende a ser Batman; en la segunda, vemos a Batman en su máximo esplendor; en esta última entrega, Batman debe aprender a ser de nuevo Bruce Wayne si no quiere acabar autoconsumiéndose. La idea de murciélago retirado puede no gustar a los acérrimos seguidores de los cómics –donde muchas veces se retrata un Batman que sería incapaz de dejar la máscara del murciélago porque, simplemente, el vengador es el verdadero él-, sin embargo es algo que Nolan ya planteó desde el principio. Ya en la primera entrega Bruce asegura a Rachel que no Batman no será necesario siempre, y en El caballero oscuro ve a Harvey Dent como su sucesor, como el “caballero blanco” que combate el crimen desde la legalidad. El objetivo del Batman de Nolan nunca es vengar a sus padres como en las viñetas, sino triunfar donde ellos fracasaron: salvar Gotham. Para él la máscara no es una droga para paliar el dolor, sino su manera de crear un símbolo contra el mal.

Como viene siendo habitual en el director, se toma una hora larga de película preparando los mecanismos que una vez disparados convertirán el film en una bala durante su segunda mitad. El problema es que esta vez los mecanismos no funcionan tan perfectamente como en las anteriores entregas de Batman o en Origen. La película arranca a trompicones con alguna subtrama algo confusa, y le cuesta entrar en materia porque Nolan está más preocupado por colocar todos los resortes que se pondrán en acción más adelante que por el relato. The Dark Knight Rises narra dos historias de manera entrelazada. Por un lado, cómo Bane sume a Gotham en el caos –con un par de intervenciones de Batman-, y por otra el descenso a los infiernos de Bruce Wayne/Batman –con un par de intervenciones de Alfred y Bane-, hasta que convergen en el final de la epopeya. La primera es una narración coral donde Gordon (Gary Oldman), Lucius Fox (Morgan Freeman), Blake (Joseph Gordon-Levitt), Catwoman (Anne Hathaway), Miranda Tate (Marion Cotillard) y Bane (Tom Hardy) se llevan todo el protagonismo. En la segunda, Christian Bale se lleva la cámara a la cama. Derrotado salvajemente por Bane a mitad del film, Nolan hace sufrir a Batman como pocos superhéroes han sufrido en el cine, pero cuando le permite salir del infierno lo hace totalmente liberado y convertido en una suerte de mesías enmascarado. No es casualidad ni sutil que el clímax de la película, cuando Batman deja de ser un vigilante disfrazado para convertirse en una leyenda, transcurra a plena luz del día, cuando hasta ahora sólo se había visto al murciélago actuar de noche.

Pero todo este esquema funciona mejor en la mente de Nolan que en la pantalla. A la confusión con la que se narran algunas subtramas se suma que algunos momento la película roza la inverosimilitud, algo preocupante en una adaptación de carácter más realista como es el caso. Agraba la situación el hecho de que la amenaza final el manido artefacto nuclear a punto de estallar visto mil veces, cuando a estas alturas esperamos algo más del director de Memento. Además, la película tiene demasiados giros y algunos mal colocados, especialmente uno en pleno clímax final que corta de cuajo la épica y que además desdibuja dos personajes a pocos minutos del final. Si Nolan no hubiera estado tan preocupado por sorprender constantemente al espectador y hubiera adelantado la revelación a medio metraje todo hubiera fluido mejor, se podría haber explotado más y algunos actores y actrices lo hubieran agradecido muchísimo.

Del gran reparto con el que cuenta Nolan, hay dos actores que merecen una mención especial. La primera es Anne Hathaway, que transmite toda la sensualidad, picaresca y ambigüedad necesaria para ser Catwoman hasta el último momento. El otro es el eterno Michael Caine. Esta vez no tiene tanta cuota de pantalla como en las anteriores entregas, llega a desaparecer durante media película, pero cuando le toca ponerse en primera línea de combate se agiganta como sólo un monstruo como él es capaz de hacer y devora la pantalla a dentelladas. El resto del elenco está al notable nivel habitual en las obras de Nolan, sólo Marion Cotillard pincha, pero posiblemente tiene más culpa de ello un guión que le da un personaje algo cojo e indefinido durante buena parte del metraje (Como también le pasaba a Emma Stone en The Amazing Spiderman).

Todo esto no quiere decir ni mucho menos que The Dark Knight Rises sea una mala película, ni mucho menos. Varias de sus secuencias alcanzan un nivel de emotividad épica pocas veces vista en los últimos años, al nivel de El Señor de los Anillos: El retorno del rey o Braveheart. El Batman al que da vida Christian Bale es sin duda el superhéroe de mayor complejidad visto en una pantalla de cine, con uno de los descensos a los infiernos más crueles que se recuerdan. Dar cierre a una saga nunca es fácil, y menos después de todas las expectativas generadas por esta. Puede que Nolan no conduzca este final con la gracia que lo hizo en las dos primeras cintas pero sí lo hace con coherencia, siguiendo el camino marcado hasta ahora y llevando a su personaje a límites extremos, pero sin perder nunca de vista su humanidad. Batman puede ser un símbolo, pero Bruce Wayne es un humano, con todo lo que ello comporta. Llegado el momento, no tiene muchas salidas.

A pesar de que esta tercera entrega de Batman cojea, no cabe duda de que la trilogía del Caballero Oscuro será recordada muchos años como uno de los momentos más brillantes del cine espectáculo. Como intelectual, Nolan tiene muchas carencias y en sus películas plantea temáticas que le superan por completo, algo que queda claramente patente en Origen, sin embargo sus aspiraciones a hacer algo más que una película de espectáculo sientan muy bien a sus blockbusters. Cierto es que el cuando se pone trascendental el británico no sería Kant, pero al menos dota a sus cintas de una inteligencia que las saca del encefalogramaplanismo instalado en este tipo de producciones. Por ello se le sobrevalorará y se le denostará, pero mientras siga por esta senda sus películas serán un punto de luz entre producciones donde lo más importante es rodar la explosión más grande. Ese tipo de películas que hacen que salgas del cine satisfecho, y a pesar de sus muchos defectos, The Dark Knight Rises también lo logra.

Acerca de Javier Elío

Periodista. Guionista. Pitoniso fracasado. Farsante. Idiota
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Una respuesta a The Dark Knight Rises: Aprendiendo a ser Bruce Wayne

  1. Iker dijo:

    ¡Gran análisis!

    Creo que debe haber una versión extendida de la película de unas 4 horas porque hay cosas que no están explicadas del todo. De todas formas, es una película para valorar dentro de la trilogía. Cada una de ellas es una obra de arte, pero, en conjunto, son leyenda.

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